20 de abril de 2016
Alfonso Pedro Domínguez en la celda de Miguel Hernández en Rosal de la Frontera
Ha vencido la muerte al poeta.
En soledad, de madrugada,
con la compaña de un recuerdo,
de un anhelo, de un deseo.
Ha vencido la muerte a la vida enamorada.
Pena honda a la puerta, tras de las rejas,
una mujer de luto hasta en las venas.
Pena honda que espera
a la dentadura recién brotada.
Negra España, triste huella,
por descuidarlo en primavera.
Ha muerto Miguel
y con él la palabra entera.
Ya madurará el limonero,
ya germinará el trigo en el campo ajeno;
ya hasta la cebolla se hará eterna,
y los amigos y compañeros
mientras su palabra y su memoria
en gentes de bien haga mella.
No ha vencido la muerte al poeta
ni a su lucha, que aún destella.
Que ha vencido el soldado de la palabra,
de la emoción perpetua.
Que ha vencido la vida
y el poeta.
Alfonso Pedro Domínguez.
Ha vencido la muerte al poeta.
En soledad, de madrugada,
con la compaña de un recuerdo,
de un anhelo, de un deseo.
Ha vencido la muerte a la vida enamorada.
Pena honda a la puerta, tras de las rejas,
una mujer de luto hasta en las venas.
Pena honda que espera
a la dentadura recién brotada.
Negra España, triste huella,
por descuidarlo en primavera.
Ha muerto Miguel
y con él la palabra entera.
Ya madurará el limonero,
ya germinará el trigo en el campo ajeno;
ya hasta la cebolla se hará eterna,
y los amigos y compañeros
mientras su palabra y su memoria
en gentes de bien haga mella.
No ha vencido la muerte al poeta
ni a su lucha, que aún destella.
Que ha vencido el soldado de la palabra,
de la emoción perpetua.
Que ha vencido la vida
y el poeta.
Alfonso Pedro Domínguez.
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