Carlos Javier Pascual, Marga Pascual y Luis Francisco Naranjo
Estas palabras cobraron voz en la presentación
de "Ruiseñores que cantan sobre los fusiles",
celebrada en Riotinto, gracias a Sara Romero.
Marga Pascual nació en Minas de Riotinto en 1959. Su vida profesional ha estado siempre al servicio de los demás: es médica, titulada por la Universidad de Sevilla, y desde 1994 trabaja en el Servicio Andaluz de Salud, entre Hospitales y Centros de Atención Primaria. Quienes la conocen saben que su vocación no termina en la medicina. Marga es amante del arte, coleccionista, inquieta, curiosa, y se ha formado en diferentes talleres de escritura.
A pesar de marcharse muy joven de su tierra roja, Marga nunca se ha desligado de ella. Conserva con cariño las amistades de la infancia y mantiene la casa que heredó de sus padres, un hogar que sigue latiendo con la memoria familiar. Siempre que puede regresa a su localidad, sobre todo en las fiestas más arraigadas, donde vuelve a sentirse parte viva de sus raíces.
Pero hay algo más hondo que ha acompañado siempre su trayectoria. Como médica y como prima, vivió con enorme preocupación la evolución de mi enfermedad en 2011. Estuvo a nuestro lado durante aquellos días oscuros en los que permanecí en coma inducido en la UCI del Hospital de Riotinto y, junto a mi hermana, formó parte de ese pequeño milagro de acompañarme y ayudarme a despertar. Ese gesto silencioso, íntimo y lleno de amor es también parte de quién es Marga: alguien que cuida, que sostiene, que no se aparta cuando más se la necesita.
Y hay una pregunta que marcó su vida: ¿dónde estaba su abuelo, Juan Pascual Wert, asesinado en septiembre de 1936? Durante años, esa ausencia sin nombre y sin lugar fue una herida abierta, una cicatriz profunda que la acompañó siempre, grabada en ella como las hendiduras que deja la mina en el paisaje de Riotinto. La necesidad de verdad la llevó a unirse a la Asociación Memorialista de Camas y a investigar la historia de su familia. El camino no fue fácil; estuvo hecho de silencios heredados, de documentos perdidos, de recuerdos quebrados. Pero también de fuerza, claridad y un profundo deseo de justicia.
Hoy, mientras ella presenta esta historia en el lugar donde nació, uno no puede evitar imaginar a nuestros padres -el suyo y el mío, hermanos- orgullosos en el cielo, cogidos de la mano como cuando iban a El Zumajo. Desde su atalaya particular los imagino mirando hacia aquí, hacia su hija y su sobrina, y sintiéndose orgullosos de que por fin se cuente la verdad del cruel asesinato cometido por las tropas franquistas contra Juan Pascual Wert.
De ese viaje íntimo y necesario nace esta novela. No como un ajuste de cuentas con la historia, sino como un acto de amor. Mi prima ha transformado la rabia y el dolor en palabras que acarician, en belleza que repara, en esperanza que se abre paso como un ruiseñor entre fusiles.
Hoy celebramos eso: no solo un libro, sino la valentía y la ternurase s de escribirlo.
¡¡¡Gracias, prima, por plasmar en estas páginas la historia de nuestra familia!!!
Carlos Javier Pascual Rodríguez.